La Liturgia de hoy nos recuerda la historia de dos grandes profetas, como ejemplo de hombres temerosos de Dios, en contraste con quienes, ignorando a Dios, sólo confían en sus propias fuerzas.
Elías: Fue ardiente profeta:
• “Su palabra quemaba como antorcha”.
• “Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto.”
• “Aplacó la ira antes de que estallara”.
• “Hizo volver el corazón de los padres hacia los hijos y restableció las tribus de Jacob”.
• “Nadie pudo someter su espíritu.”
Durante toda su vida Elías vivió con la libertad de los Hijos de Dios, para hacer siempre y en todo lo que Dios le pedía, siéndole siempre fiel, sin dejar penetrar en él el miedo paralizante. ¡Cuánto amaba Elías a Yahvé!, lo demostró luchando contra corriente, denunciando la impiedad de los reyes y defendiendo el honor de Yahvé ante los falsos profetas.
Dios hizo subir junto a si a Elías y lo erigió en “reserva de mesianismo” al final de los tiempos, había de volver para preparar la visita de Yahvé.
Que nosotros, como Elías, seamos signo de la venida de Dios al mundo.
Eliseo:
Fue elegido por Dios para transmitir su mensaje sin temor a la condenación, al juicio del rey o al rechazo del pueblo, advirtiéndoles que debían dejar la vida de pecado. Con ello daba continuidad a la obra que Elías había comenzado, siguiendo enseñando al pueblo los caminos de Dios.
La vida de Eliseo, profeta santo de Dios, sus virtudes morales y espirituales, su visión, su fe y acción, son dignas de atesorar y aplicar a nuestras vidas.
Sus milagros tenían como fin manifestar su autoridad de profeta y de presentar al pueblo el Dios viviente.
Que los profetas Elías y Eliseo nos ayuden a superar la mediocridad, en la que podemos estar anclados, para, pareciéndonos un poquito a ellos, dar gloria a Dios con nuestra vida.
Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
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