Comentario del Evangelio según San Mateo 5,1-12 por San Agustín

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 53; PL 38, 366

«Ellos verán a Dios»

    Queremos ver a Dios, buscamos verle, ardientemente deseamos verle. ¿Quién no tiene este deseo? Pero fíjate en eso que dice el evangelio: «Dichosos los limpios de corazón: ellos verán a Dios». Procura verle. Para tomar una comparación entre las realidades materiales: ¿cómo querrás tu contemplar el sol naciente con los ojos enfermos? Si tus ojos están sanos, esta luz será un placer para ti; si están enfermos, te será un suplicio. Indudablemente, con un corazón impuro no podrás ver eso que se puede ver con un corazón puro. Tú serás apartado, alejado de verlo, no verás nada.

    ¿Cuántas veces el Señor ha proclamado «dichosos» a unos hombres? ¿Qué motivos de dicha eterna ha citado, qué obras buenas, qué dones, qué méritos y qué recompensas? Ninguna otra bienaventuranza afirma: «ellos verán a Dios». He aquí como se enuncian las otras: «Dichosos los pobres de corazón: de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los mansos: ellos  obtendrán la tierra prometida. Dichosos los que lloran: ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia: ellos serán saciados. Dichosos los misericordiosos: ellos obtendrán misericordia». Así pues, de ninguna otra se afirma. «Ellos verán a Dios».

    La visión de Dios se promete cuando se trata de hombres de corazón puro. Esto no es sin más, sino porqué los ojos que permiten ver a Dios están en el corazón. De esos ojos habla el apóstol Pablo cuando dice: «Pueda él iluminar los ojos de vuestro corazón» (Ef 1,18) En el momento presente, estos ojos, a causa de su debilidad, son iluminados por la fe; más tarde, a causa de su vigor, serán iluminados por la visión... «Actualmente vemos como una imagen oscura en un espejo; aquél día, lo veremos cara a cara.» (1Co 13,12).

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