Cuando cumplimos los mandamientos estamos respondiendo amorosamente a lo que nos pide Dios. Lo reconocemos como Señor y le damos culto, cooperamos con sus designios y así nos vamos haciendo sus amigos. Pero también cuando cumplimos los mandamientos estamos cumpliendo la ley natural y por eso nos perfeccionamos, nos hacemos buenos y colaboramos para que haya paz y orden en la familia y en la sociedad.
Al vivir los mandamientos los primeros beneficiados somos nosotros mismos y también ayudamos a los demás. Los mandamientos son para nosotros el camino: el que los cumple se salva y es feliz; el que no los cumple, peca, se pude condenar, y hace sufrir a los demás.
Ahora bien, el cuarto mandamiento nos manda amor, respeto y obediencia a nuestros padres y familiares.
Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la FAMILIA humana para que sus miembros, esposos e hijos, se ayudaran entre sí. Cuando los padres tienen hijos colaboran con la obra creadora de Dios. Los padres deben no sólo procrear hijos, sino cuidarlos y educarlos, y los hijos deben amar, respetar y obedecer a sus padres como enseña el Apóstol San Pablo: "Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque eso es justo. "Honra a tu padre y a tu madre; éste es el mandamiento que lleva consigo una promesa: para que sea feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra" (Efesios 6, 1-3).
El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de Él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han trasmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad.
Los deberes de los hijos para con nuestros padres son especialmente tres:
1) AMOR: el amor se demuestra con obras. Tenemos que rezar por ellos, darles satisfacciones y alegrías, ayudarles según nuestras posibilidades, sobre todo si están enfermos o ancianos. Debemos amar cada día más a nuestros padres a través de pequeños detalles: saludarlos al levantarnos y acostarnos y al salir o entrar de la casa; decirles a donde vamos, contarles con confianza nuestras cosas, etc.
2) RESPETO y COMPRENSION: al hablar con ellos debemos mostrarles reverencia. Sería falta de respeto gritarles, levantarles la mano, ofenderles de cualquier modo, hablar mal de ellos; si nos damos cuenta de sus defectos, errores o pecados debemos rezar por ellos.
3) OBEDIENCIA: con prontitud y diligencia debemos hacer lo que nos manden. La obediencia exige esfuerzo, es más fácil ser "rebelde" haciendo el propio capricho. Para ser obediente hace falta un corazón bueno y vencer el propio egoísmo.
También dentro de este mandamiento se incluyen, además de nuestros padres, otras personas a las que debemos también amor, respeto y obediencia, como son: los hermanos, los familiares (abuelitos, tíos, primos), amigos, profesores, educadores, pastores de la Iglesia, la Patria y las autoridades de civiles.
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