El matrimonio da lugar a la familia y en ella surgen algunas obligaciones éticas tanto de los esposos entre sí, como, en su caso que haya hijos, de éstos con sus padres y viceversa, y de los hermanos entre sí.
RELACIONES DE LOS ESPOSOS ENTRE SÍ.
Marido y mujer deben velar por mantenerse afectivamente unidos, de forma que el matrimonio sea realmente “una convivencia de vida y de amor”, como enseñó el Concilio Vaticano II. Por ello, en la Biblia se condena el adulterio y todas aquellas acciones que hacen que los cónyuges no sean fieles al compromiso contraído de guardarse fidelidad. Así mismo, si el matrimonio, por su misma naturaleza, tiene una finalidad procreadora, es lógico que la vida sexual entre los esposos no sea ajena a los principios morales.
RELACIONES DE LOS PADRES CON LOS HIJOS.
El amor de los esposos no se reduce a la procreación de los hijos, sino que ha de extenderse a su educación humana y cristiana. El Catecismo de la Iglesia Católica destaca entre las obligaciones de los padres las de educar a sus hijos en la fe, en las virtudes y en la oración; y las de atenderles en sus necesidades materiales y espirituales.
RELACIONES DE LOS HIJOS CON LOS PADRES.
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento son muy explícitos al enunciar las obligaciones de los hijos para con sus padres. Los Libros Sapienciales abundan en mandatos y consejos a los hijos para que obedezcan y reverencien a sus padres: “Guardad, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre” (Proverbios. 6, 20-21).
También el Nuevo Testamento es muy explícito en esta enseñanza. San Pablo anima a cumplir ese precepto y expone algunos motivos: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra” (Efesios 6, 1-2).
El libro del Eclesiástico recoge un amplio texto lleno de enseñanzas de cómo los hijos se deben de comportar en relación con sus padres (Eclesiástico 3, 1-16). Si tienes oportunidad lee ese texto y selecciona los versículos que más te hayan gustado y que te parezcan más necesarios en los tiempos actuales. Toma en cuenta, también, que esas exigencias morales son un gran beneficio para la felicidad de la propia familia. Por ello se vuelve más urgente vivirlas y sentir un compromiso por ponerlas por obra. En la familia, así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica, es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.
RELACIONES DE LOS ESPOSOS ENTRE SÍ.
Marido y mujer deben velar por mantenerse afectivamente unidos, de forma que el matrimonio sea realmente “una convivencia de vida y de amor”, como enseñó el Concilio Vaticano II. Por ello, en la Biblia se condena el adulterio y todas aquellas acciones que hacen que los cónyuges no sean fieles al compromiso contraído de guardarse fidelidad. Así mismo, si el matrimonio, por su misma naturaleza, tiene una finalidad procreadora, es lógico que la vida sexual entre los esposos no sea ajena a los principios morales.
RELACIONES DE LOS PADRES CON LOS HIJOS.
El amor de los esposos no se reduce a la procreación de los hijos, sino que ha de extenderse a su educación humana y cristiana. El Catecismo de la Iglesia Católica destaca entre las obligaciones de los padres las de educar a sus hijos en la fe, en las virtudes y en la oración; y las de atenderles en sus necesidades materiales y espirituales.
RELACIONES DE LOS HIJOS CON LOS PADRES.
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento son muy explícitos al enunciar las obligaciones de los hijos para con sus padres. Los Libros Sapienciales abundan en mandatos y consejos a los hijos para que obedezcan y reverencien a sus padres: “Guardad, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre” (Proverbios. 6, 20-21).
También el Nuevo Testamento es muy explícito en esta enseñanza. San Pablo anima a cumplir ese precepto y expone algunos motivos: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra” (Efesios 6, 1-2).
El libro del Eclesiástico recoge un amplio texto lleno de enseñanzas de cómo los hijos se deben de comportar en relación con sus padres (Eclesiástico 3, 1-16). Si tienes oportunidad lee ese texto y selecciona los versículos que más te hayan gustado y que te parezcan más necesarios en los tiempos actuales. Toma en cuenta, también, que esas exigencias morales son un gran beneficio para la felicidad de la propia familia. Por ello se vuelve más urgente vivirlas y sentir un compromiso por ponerlas por obra. En la familia, así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica, es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.
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